Hablando todo el día con el loro del vecino me convertí en lo que soy ahora. Mis padres me detestaban, así que me dejaban con Aurelio y se iban por ahí. Se suponía que él debía entretenerme, pero estaba demasiado ocupado bebiendo. Así que yo miraba hacia la percha y el loro me soltaba graves discursos que yo escuchaba sin pestañear. Éramos una extraña pareja. Aurelio nos hacía fotos cuando estaba sobrio. Cientos de fotos que nunca me enseñaba. Hoy he ido por su casa, después de muchos años. En un cajón, bajo toneladas de polvo había algunas. En ninguna aparecía ningún loro.
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