Te quiero, Pilar, te quiero. Fuiste siempre la base de todo. Tu fuerza y tu belleza sustentaron el edificio de nuestro amor desde el principio. Los niños vinieron a convertir lo ya perfecto en un dechado de equilibrio y solidez. Sus risas resonaron entre las vigas maestras del hogar largo tiempo. Pero vino ese mal hombre a arrasar nuestras vidas con el lapilli furioso de la ignominia. Tu no querías, lo sé. Eras todo solidez y bondad. Pero te fuiste y no tuve más remedio que atacar los pilares del mal. Me bastó un poco de goma dos y mi pericia. Lo siento, Pilar.
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