Una y otra vez se pasaba el peine por sus largos cabellos junto a la ventana. Allá abajo esperaba impaciente el caballero.
Nanorrelato seleccionado en la semana de "Cuenta 140" dedicado al peine.
Si los pájaros te miran extrañados es porque hoy ven algo diferente en ti. Los pájaros son buenos psicólogos porque se pasan el día en la calle sin hacen otra cosa que observar. Comes tu bocadillo en el banco de siempre, pero no les echas migas. Quizás porque estás ensimismado en tus problemas, o porque ya no te sientes en disposición de poder dar. Mañana, los pájaros ya te habrán aceptado como igual. Estarás como ellos en la calle, esperando recibir. Peor aún, porque ellos pueden cagarse en las estatuas, y eso ayuda.
Se escucha ese «pi» infinito, tan irracional ,y todo se pone en movimiento. Largas filas de seres entran con sus monos de trabajo y herramientas en los talleres. Cada equipo trabaja las piezas consabidas. El jefe de producción toma nota de cada segundo. Una pausa para el almuerzo y vuelta a la tarea. Y así ocho horas, todos los días, todos los meses, toda la vida… Despierta sobresaltado con el pitido del reloj. Se levanta, desayuna, toma el autobús, llega a la fábrica. Suena ese “pi” infinito. Aprieta la tuerca una vez más.
¿Te acuerdas de la peli? Sí, hombre, la de esa pareja que habla y venga a hablar. Menudo coñazo. Me la recomendó Sebas, aquel del pelo largo, tan cinéfilo. Que si no sé qué del plano contraplano y del montaje, qué se yo… ¿No oyes ruido atrás? Esto de llevar trabajadores ilegales me mata. Y encima diez. No sé, cualquier día acabamos en la trena. ¿No crees? Sí, sí, no pongas esa cara de palo. Estoy por parar y echar un vistazo. ¿No? Pero…, qué hay ahí, ¿la guardia civil? Joer, la chica de la curva…, solo nos faltaba...
Relato participante en Lemca. En este caso la condición era que la acción transcurriese en un vehículo en carretera.
Cada mañana separas delicadamente los visillos y miras hacia el Gran Canal. Esta vez todo iba a ser diferente. Te lo dijo mirándote a los ojos con ese aplomo que siempre te desarma. Aunque motivos tienes para dudar de él. No es la primera vez, en estos años de hiel y fuego, que te ha dejado por una aventura. Volver vuelve, eso sí, y te mira como un príncipe a su bien más preciado. No te pide perdón, pero te sientes inmortal. No como ahora, mientras los barcos pasan dejando estelas que se entrecruzan bajo un cielo de plomo. Faltan tres días para La Bohème en la Scala y llevas ya otros tantos en esta jaula de incertidumbre. Intentas no pensar, no imaginarlo en París profanando con otra tus lugares sagrados, no entreverlo brindar con esa sonrisa que prometió no dedicar ya a nadie, solo a ti. Eso te dijo. Así que esperarás. Descorrerás la cortina cada día, hasta ese en que verás su boda en todos los periódicos. Y te sentirás como Mimí en aquella buhardilla con goteras.
Relato participante en Lemca, organizado por "Esta noche te cuento". Las condiciones eran estar narrado en segunda persona y constar de tres personajes.
Le pido que haga todo lo posible por mantener con vida a mi marido un poco más y me dice que sí, que no me preocupe, que él y su equipo van a dedicarse intensamente a su cuidado. Pasan horas de angustia y me dicen por fin que ya puedo verlo. Está sereno, sin gesto alguno de padecimiento; casi se diría que sonríe, y el color de su rostro es animado. Está, eso sí, inmóvil y vestido de gala. “Vamos”, dice una voz, “el pueblo espera para ver a su líder”.
Le pido que haga todo lo posible por mantener con vida a mi marido un poco más, que tome las medidas necesarias, que utilice respiración asistida, alimentación parenteral, medicación intensa, drogas que le prolonguen la consciencia. Que no repare en medios humanos y hasta divinos si hace falta. Él me mira por encima de sus gafas metálicas, con esos ojos que lo saben todo, y me dice que sí, que lo mantendrá vivo hasta que desee no haber nacido.
Le agradezco con otra sonrisa su mentira piadosa y pongo dócilmente el cuello sobre el tajo. Las palabras siguen resonando en mi cabeza cuando esta cae blandamente en el cesto.