Dicen que desear lo imposible es decepción segura. No sé. El caso es que había llegado el triste momento de deshacer la casa. Muertos mis padres, había que vender, y mi hermano y yo tuvimos que viajar hasta la ciudad donde había transcurrido nuestra infancia. Habida cuenta del afán coleccionista de mi padre, la cosa se presentaba complicada. Miles de libros descansaban en los estantes polvorientos, y en los cajones se confundían sus preciados sellos, con la lupa, las pinzas y cientos de monedas muy diversas. Tras varios días vaciando las habitaciones, solo nos quedaba el desván. Me acordé entonces de mi álbum de cromos. Aquel de animales y plantas que soñé durante años terminar y que lo estaba a falta de uno solo. El cromo que nunca salía en los sobres, ese cuya existencia era un mito entre la chiquillería, hasta el punto de dudar de si alguna vez fue impreso. Apareció en una de las cajas. Fui directo a la página de los insectos voladores. El corazón me latió con fuerza mientras recordaba mis fervorosas oraciones de antaño. El hueco infamante ya no estaba. En su lugar desplegaba sus alas orgulloso el innombrable.
Relato publicado en la web de "Esta noche te cuento". Tema del concurso: Los coleccionistas.