Hablando todo el día con el loro del vecino llegué a desentrañar los misterios del mundo. Al principio me decía “quiero mijo”, “me aburro”, esas cosas de loros. Pero pronto noté que Johnny tenía un halo. Por eso empecé a jugar a las cartas con su grosero y sucio dueño. Pronto necesitamos más tiempo para nosotros, fuera de los breves momentos en que aquel asqueroso se ausentaba. Johnny me habló de que no era feliz y supe enseguida lo que tenía que hacer. No me vengan ahora con que soy un monstruo, y menos con que Johnny fuera un loro disecado. Infundios.
Micro presentado al concurso "Relatos en Cadena". Semana 25.
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