Me está encantando clavarle agujas a este muñeco con cara de panoli. A ratos se me parece a don Ramón, aquel maestro que me daba en las uñas con la regla. Otras veces pienso en el encargado del almacén, el que gritaba sin parar y me trataba con desprecio. Ahora mismo me viene a la mente Federico, ese cerdo que me quitó a Pilar. Esta aguja va a atravesar tu podrido corazón. A ver si acabas como los otros dos. “Con múltiples heridas de estilete en todo el cuerpo”, ponía la noticia en letra grande.
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