Exactamente
lo mismo que decía cuando estaba viva: “Que
me traigan una frazada, que aquí no hay quien pare”. Y es que
Mamerta había pasado mucho frío en su
existencia terrenal.
Desde niña soñó con una casa caldeada, pero solo consiguió
casarse con un fogonero que, al menos, llegaba caliente del servicio.
No
duró la dicha sino hasta que
el tal diese
con su cabeza en el pretil de un puente. Desde
ese día, Mamerta, la muerta, empezó a pedir mantas por las casas.
Las malas lenguas dicen que las revende luego en el camposanto.
Relato enviado a "Relatos en cadena". 2ª jornada de la XIV edición. Frase de comienzo: "Exactamente lo mismo que decía cuando estaba viva".
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