“Se va a estrellar, lo saben hasta los negros”, dice la abuela Mel,
mientras observa a Tommy hacer cabriolas con la bici, ese nuevo invento del
diablo. Lo de los negros es porque, para ella, están muy lejos, más allá del
confín de lo posible. No sabe Mel que la historia es cíclica, como una rueda,
ni que su nieto Thomas conocerá árabes y vestirá como ellos, y correrá
aventuras y volverá a su patria para estrellarse en una moto, volviendo de
poner un telegrama. No lo sabe Mel, pero lo intuye.
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