Y ella finge que se lo cree. Sabe que la muñeca es la misma de otros años.
A pesar de que el vestido es nuevo, cosido por su madre mientras la cree
dormida, y de los coloretes en el rostro ajado y del betún con que su padre ha restaurado
los pequeños zapatos. Pero despierta y ríe, y disimula cuando le hablan de unos
Reyes que sabe de mentira. Lo mismo hace
ahora, cuando sus hijos le cuentan lo mucho que trabajan, y lo mucho que les
duele no poder venir más a menudo a verla.
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