lunes, 28 de septiembre de 2020

DULCE COMPAÑÍA

Ya estoy en casa, dice siempre con su voz cantarina cada vez que entra por la puerta. Luego se pone a cocinar y me cuenta sus problemas, o la ilusión que le hace tener un ordenador nuevo en la oficina. Hay días en que ese “ya estoy en casa” es menos jovial, como si hubiese ido perdiendo brillo al paso de las horas, pero todo vuelve a la normalidad al día siguiente. Hasta aquel lunes en que no dijo nada y abrió varios frascos. Claro que me hubiera gustado impedirlo, pero me está prohibido intervenir en esos casos.




DESESPERANDO

Ya estoy en casa y Elías sigue sin llegar. Me dijo: “Tomo un vaso y enseguida voy, ratita”. Me llama siempre así cuando pretende ser simpático o cuando quiere hacerse perdonar. Un vaso. Si fuera solo uno… Y sabiendo que no debería, que siempre acaba mal. “Ratita, no me digas lo que tengo que hacer”. Y gritos, y peleas. Le estoy esperando y sigo sin oírle llegar. Y va para diez años. “Un carro de fuego”, decía siempre él, “ratita”. Y claro, yendo en llamas no vio al tráiler que lo arrolló. Y va para diez años y… cincuenta minutos.



Relatos en cadena, la SER.

CUADROS

Íbamos a veces. Cogíamos en la estación el tren de mediodía. No tardábamos mucho en llegar. No como cuando íbamos a visitar a la otra, la materna, que nos pasábamos cuatro horas en un convoy, soportando ventanillas traqueteantes y silbidos prolongados. La madre de mi padre vivía cerca, pero me daba tiempo; de aquella yo fantaseaba mucho con los límites. Las líneas rectas y los colores planos de un Kandinsky, en el cristal, y los pájaros haciendo de fusas en silencio. Las montañas señalaban el norte. Había parada en Cuadros, justo cuatro minutos. Me hacía gracia el nombre impreso en baldosines. Me imaginaba un trazado de cuadros de ajedrez, con sus calles trazadas a cordel. Banderín verde, la máquina cerraba la cremallera de los campos. A un lado había espigas amarillas, al otro la arboleda sombreando el reguero. Las hebras de humo tenían pincelada impresionista. De repente chirriar de frenos. Bajábamos a un andén muy diferente al que pintara Monet en Saint Lazare. La abuela nos esperaba vestida de negro intenso, con el mantel holandés de bordados, y aquella luz.



Relato participante en LEMCA, concurso organizado por Esta Noche te Cuento.
https://estanochetecuento.com/jornada-8-encuentro-7-castilla-leon-b-madrid-a/

jueves, 24 de septiembre de 2020

OCUPEN SUS ASIENTOS

 “Qué gusto da verlo todo recogido”, dijo mamá osa. “Desde hace un tiempo, es como si un duendecillo del bosque nos hiciese de chacha gratis”, apuntilló papá oso. “Y qué bien lava los platos y las tazas”, dijo pizpireto el osito. La verdad es que eran una familia muy desordenada. Siempre salían a pasear por las mañanas dejando la mesa perdida de restos de polenta y de miel. Ricitos les estaba viendo ahora desde fuera, a través de una rendija del postigo. “Saben hablar, nos harán de oro”, le dijo al oído al empresario mientras preparaba los dardos paralizantes.



Relato participante en la 3ª jornada de la XIV edición de Relatos en cadena. Frase de comienzo: "Qué gusto da verlo todo recogido",

RÍASE LA GENTE

Exactamente lo mismo que decía cuando estaba viva: “Que me traigan una frazada, que aquí no hay quien pare”. Y es que Mamerta había pasado mucho frío en su existencia terrenal. Desde niña soñó con una casa caldeada, pero solo consiguió casarse con un fogonero que, al menos, llegaba caliente del servicio. No duró la dicha sino hasta que el tal diese con su cabeza en el pretil de un puente. Desde ese día, Mamerta, la muerta, empezó a pedir mantas por las casas. Las malas lenguas dicen que las revende luego en el camposanto.



Relato enviado a "Relatos en cadena". 2ª jornada de la XIV edición. Frase de comienzo: "Exactamente lo mismo que decía cuando estaba viva".

jueves, 10 de septiembre de 2020

LAS REGLAS DEL JUEGO

Ese no es nuestro estilo de familia, dijo el abuelo esquimal a los allí presentes. El padre mejicano, se quitó su gran sombrero con parsimonia y miró a su alrededor con las manos en el cinto. No se alteren, dijo entonces la madre tirolesa con una voz cantarina llena de altibajos. Pero entonces, el hijo bantú empezó a trastear con los tambores, lo que sacó de quicio a la abuela china, tan apacible en general. Tuvo que intervenir la hija árabe pidiendo calma. Cuidado, vienen los niños, dijo en voz baja. Y todos se callaron, apretujados en la caja.



XIV Edición de Relatos en Cadena.

GENIO Y FIGURA

Ese no es nuestro estilo de familia, jovencito. Se presenta usted con ese traje mal cortado, y esa corbata malva. Aquí somos de guardar las formas. El mundo está ya bastante desquiciado. Un buen frac con su chaleco blanco siempre es bien recibido en cualquier parte. Y los zapatos de charol brillantes son una norma más de la etiqueta. Para reuniones informales siempre se puede recurrir al esmoquin, con tal de que sea negro, por supuesto. Ahora váyase, haga el favor, nuestra hija no es digna de tratarse con gente tan mal amortajada.


XIV Edición de Relatos en Cadena. Primera semana. Septiembre 2020.



jueves, 3 de septiembre de 2020

NOS VEMOS ARRIBA

Nunca había estado en el Empire. En el hall, se fijó en los numerosos niños de colegio. Estaba ilusionado, aunque perplejo. En la 19 tuvo la sensación de que en el ascensor solo había jóvenes, pero al llegar a la 40 reparó en bastantes personas maduras. Se oía el zumbar de los cables de acero y los botones parpadeaban sin cesar. Desembarcó en la azotea con un grupo de ancianos. Cuando corría a coger sitio en la baranda vio que ella le esperaba. Un sol de fuego le hizo cerrar los ojos. El bip-bip se hizo línea continua.



Micro escrito para el concurso LEMCA  de "Esta noche te cuento".

https://estanochetecuento.com/jornada-7-encuentro-6-castilla-leon-b-euskadi/

CANTATA PARA PALOMO Y ORQUESTA

Siempre he odiado cantar. Será porque mi oído es de adobe, o porque mi voz es irritante incluso cuando hablo, o por don Pablo. Se creía muy simpático Palomo, así se apellidaba, con P de puñetero, de pedazo de mierda, de podrido hijo de p… Siempre bien erguido entre las mesas, la cabeza alta, como buen retaco, el bigotito enhiesto; y aquella varita siempre amenazadora tras las nucas. “A ver, Fernández…”, allí ante todos, y en cuanto dudabas ya estaba su mano en tus patillas. “No se queje tanto, no sea nenaza”, nos decía ante las risotadas de la clase. Y cuando quería ponerse festivo era aún peor. Fue un día antes de las vacaciones cuando aquello. “Cante usted Fernández, bien fuerte, para todos”. Y sabía de mi timidez y, sobre todo, de mi incapacidad para la música. Y yo que no, y él no me haga enfadar, y el palito amenazador ante mi cara. Después de treinta años aún se siguen riendo. Las carcajadas se oyeron hasta en el colegio de las chicas. ¿Se acuerda Palomo? Pero no tiemble. Nada ha cambiado, solo que ahora yo tengo la batuta y le toca cantar a usted.



Relato publicado en "Esta noche te cuento". Tema: la música.
https://estanochetecuento.com/cantata-para-palomo-y-orquesta-toribios/