Y ella finge que se lo cree. Que la comida es buena y la caridad mueve a
quien la ofrece. Pero, no. La huele, disimula y se va en cuanto puede. De noche
le visitan los fantasmas de sus hijos, crédulos los pobres, tan sin malear.
Visualiza con rabia sus gritos de agonía. Es entonces cuando abandona su
escondite y sube a las habitaciones superiores. Allí despierta con horror el
asesino, pero el grito se le queda en la intención. Saldrá en la prensa como:
"Hombre muerto con una rata en el gaznate".
No hay comentarios:
Publicar un comentario