Jugando tras los cristales, rascando poco a poco los arabescos de hielo que conformaban paisajes fascinantes llenos de peligros. Luego, el sol tímido iba convirtiendo los grandes farallones en ríos torrenciales donde navegaban las canoas y las almadías de los héroes. El alimento era el cine de los domingos: Tarzán en eterna lucha con la ambición de los civilizados, el sheriff en su incesante persecución de los bandidos, Amundsen penando en la ventisca. El verano vino a igualarlo todo con su luz ramplona y anodina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario