Entonces seré yo quien necesite un amigo imaginario. Uno que siempre esté, a cualquier hora y en cualquier lugar, sin necesidad de tener que llamarle por el móvil. Un amigo tan fiel que conozca todos mis secretos y no se los cuente nunca a nadie. Un ser cercano con el que compartir deseos y llorar frustraciones. Alguien con el que poder reñir a sabiendas de que nunca se va a alejar del todo. Hijo, ¿Cuándo crezcas puedo quedarme con el tuyo? A fin de cuentas es un poco también amigo mío…
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