Quien se tomó primero el café fue el primo Vlad, un joven cadete curtido en las estepas. Empezó por poner pegas al aroma, a lo que el tío João, orgulloso propietario en el Brasil, respondió con un guantazo en plena cara. Surgieron padrinos, y eligieron armas en el gabinete. Todos tomaron partido de inmediato y se volcaron en cruzarse apuestas a la vez que lo hacían los sables con estruendo. “No sé cuánto más voy a aguantar en esta casa”, dijo suspirando la primera doncella mientras todos, desde el cocinero al mozo de cuadra, nos tomábamos en la cocina el café de la discordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario