La propia de los buenos espantapájaros, es decir una camisa vieja con
agujeros, un pantalón lleno de flecos, un sombrero de paja enmarañada. Esa es
tu ropa, le dice el encargado. El trabajo, proteger los trigos. El jornal, un
plato de sopa, ya de noche, cuando los pájaros vuelen a sus ramas. Tras la
hecatombe no es mal trato poder comer todos los días. Sobre todo cuando pueden
eliminarte por “elemento improductivo”. Se felicita Jonás en su sueño. Pero
despierta y sigue allí, debajo de aquel puente, a la intemperie.
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