Los desguazabots ya venían de
camino. Altivos y marciales,
marchaban en perfecta formación atronando el paisaje con sus voces guerreras.
Muchachas de rostro virginal echaban a su paso guirnaldas de azucenas y
ensalzaban la fortaleza de sus torsos de oso. El desfile hubiera podido
inspirar un poema heroico. Pero el ruido atronador, las espesas nubes
radiactivas y el aire irrespirable hubieran desanimado al poeta, si el último
no hubiese muerto ajusticiado hacía ya eones.
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