Siempre he odiado cantar. Será porque mi oído es de adobe, o porque mi voz es irritante incluso cuando hablo, o por don Pablo. Se creía muy simpático Palomo, así se apellidaba, con P de puñetero, de pedazo de mierda, de podrido hijo de p… Siempre bien erguido entre las mesas, la cabeza alta, como buen retaco, el bigotito enhiesto; y aquella varita siempre amenazadora tras las nucas. “A ver, Fernández…”, allí ante todos, y en cuanto dudabas ya estaba su mano en tus patillas. “No se queje tanto, no sea nenaza”, nos decía ante las risotadas de la clase. Y cuando quería ponerse festivo era aún peor. Fue un día antes de las vacaciones cuando aquello. “Cante usted Fernández, bien fuerte, para todos”. Y sabía de mi timidez y, sobre todo, de mi incapacidad para la música. Y yo que no, y él no me haga enfadar, y el palito amenazador ante mi cara. Después de treinta años aún se siguen riendo. Las carcajadas se oyeron hasta en el colegio de las chicas. ¿Se acuerda Palomo? Pero no tiemble. Nada ha cambiado, solo que ahora yo tengo la batuta y le toca cantar a usted.
Qué fuerte!!!
ResponderEliminarQué genial... apertura final para que puedan imaginarse miles de don Palomo acojonaos y con cara de "y a mi de qué me suena este tio"
El doncel Fernandez se encuentra a a la paloma de la muerte... (o algo parecido)
ResponderEliminarGracias por tus comentarios.
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