Mi marido es insufrible. Hosco, malhumorado, apático. Ni una mirada, ni un gesto, y no digamos una palabra amable. Así un día tras otro, viendo la televisión en silencio, sin comentar siquiera como le queda el vestido a la protagonista. Luego, en la cama, sus apetitos torpes, sin pasión, como para quedar bien o no dar lugar a queja. Y ahora este estúpido ramo y esos poemas cursis. Menos mal que con las violetas llegaste tú, con tu sonrisa franca y tus manos de seda. Él -si será estúpido- no dice nada, solo me mira…
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