sábado, 22 de febrero de 2020

EL OTRO LADO

       Empezó a llorar. “Mariquita”, coreaban sus compañeros en corro. No debía llorar, pero no pudo evitarlo. Los gritos arreciaron, empezaron los golpes, le escupieron. El ulular de la sirena deshizo el grupo en hilachas que se reagruparon en filas perfectas. Estaba a salvo de momento, aunque en la clase todo eran burlas y amenazas. Aquella tarde volvió a casa solo, por calles apartadas. Soñó luego con un mundo diferente. Ese de respeto y libertad, del que algunos hablaban. Pero despertó y las vallas erizadas de cuchillas seguían allí.





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