Mientras ellos discutían no había nada que hacer. Solo temblar. Meternos debajo de la mesa de la cocina y esperar temblando a que aquello no acabase, como decía a veces mi madre, saliendo en El Caso. No en vano era el único periódico que leía, un manojo de hojas plagadas de fotos confusas donde se intuían cuchillos y hachas ensangrentados. Al final, por suerte, nunca pasaba nada. Bueno, sí, iban los dos bajando el tono y se retiraban a la alcoba, donde seguían peleándose, a juzgar por los gritos entrecortados y el crujido del somier.
XVI Edición de Relatos en Cadena. Jornada 8.
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