Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente le apuntaban unos incipientes cuernos en las sienes. Cuando intimamos me confesó ser víctima de constantes infidelidades, lo que le tenía acogotado y triste. No pude por menos de asombrarme ante el fenómeno. En los siguientes meses los cuernos fueron haciéndose más patentes, a medida que entablaba nuevas relaciones. Venía luego a consolarse, y nos tomábamos unas birras. Parecía simpático e ingenuo, Cándido. Por eso cuando se presentó tal como era, con rabo y con pezuñas y echando fuego por los ojos, me pilló tan de sorpresa.
Relato participante en "Relatos en Cadena". XVI Edición. Semana 5.
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