La
rata sonrió en aquel momento. El
niño se agitaba convulso dando manotazos desesperados
a
seres invisibles. Su madre y yo sufríamos
preocupados su
terror,
sin que palabras ni caricias consiguieran sacarle de
ese pozo profundo e
insondable.
Después nos contaría que había grandes roedores, y carrozas de
muerto y coronas negras.
Todo un cuento del
Poe más
siniestro.
Pero la rata sonrió y todo
se volvió de color alegría.
Ahora está en su rueda, tan contenta, pero
de noche se mete en nuestros sueños y
nos
mira
burlona.
Cuento participante en la Semana 30 de "Relatos en Cadena".
No hay comentarios:
Publicar un comentario