Ahora
golpearé la tumba con los nudillos una
vez, dos seguidas,
una vez, otras
dos,
así hasta escribir en Morse: “Padre, si me oyes, responde. ¿Hay
otra vida? ¿Es mejor o peor que la de aquí?”
Los
presentes estaban expectantes, como los niños
cuando el mago promete
hacer
desaparecer a
la chica del cajón.
Pasaron
interminables los minutos. Demasiados para que un grupo de
juerguistas borrachos aguantaran sin soltar la carcajada. Todos fueron marchando, entre traspiés y solicitudes ahogadas de silencio. Los
golpes sonaron cuando ya nadie humano podía oírlos: “Perdón,
hijo,
tuve
que ir a buscar al señor Morse. ¿Qué querías saber?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario