Soñaba a menudo con la isla. Era
bella y frondosa y no estaba en los mapas. Al despertar, sentía el agrio sabor de
la pérdida pegado al paladar. Mi vida fue transcurriendo como la de cualquiera.
Estudié, encontré trabajo, me casé y tuve hijos. Fracasé y encontré un nuevo
amor y lo perdí también. Era feliz a ratos, si se puede llamar felicidad a esa falsa
placidez de quien no padece demasiado. Pero volvía a soñar y volvía a sentir la
desesperación de la caída. Visité islas, una por cada año en vacaciones, hasta
que estas se hicieron permanentes. Ya sin obligaciones, mi vida fue buscar.
Hasta que vi el anuncio: “Visite la isla de sus sueños”. En el barco todos
tenían la mirada perdida de los sonámbulos. Desembarqué solo, me interné en el
bosque y reconocí al instante cada sendero y cada árbol hasta dar con la casa.
Estabas guisando y me esperabas. Eras la misma de mis sueños, la que me decía
ven con la mirada. Me he sentado a la mesa como quien lleva aquí toda la vida.
Todos llevamos una Ítaca dentro. El problema es que no tenemos carta de ruta.
ResponderEliminarTambién puede pillarnos la maga Circe y convertirnos en cerditos...
ResponderEliminarJajaja. ¿Crrdps sin alma?
ResponderEliminarJajaja. ¿Crrdps sin alma?
ResponderEliminarEso mismo.
ResponderEliminar